"Boulevard" es una de esas películas que cuando terminas de ver crees que te ha impactado pero sólo un poco. Luego, pasado un tiempo, te das cuenta de que la película y sus escenas se han instalado en ti: están fijadas en tu cabeza y en tus sentimientos haciendo que afloren percepciones hasta ahora desconocidas. Es una película tierna, muy delicada y dura sin llegar a ser desgarradora. Muestra una realidad sumamente cotidiana pero ignorada.
Dos personajes giran en torno al protagonista pero los tres tienen algo en común: fingen lo que no son. Por una razón u otra, ninguno ha sido capaz de hacer de su vida un recodo donde se respira algo de plenitud y de paz. En esa cárcel diaria todo marcha con aparente tranquilidad hasta que un ínfimo detalle desata el cambio que desde siempre pugnaba por salir.
A veces el miedo a la soledad, a decepcionar a alguien muy querido o a nosotros mismos, o incluso, el miedo al intenso dolor, nos lleva a tomar decisiones que nos conducen hacia una cómoda estabilidad aunque esa realidad esté carente de la chispa de la alegría de vivir. Es más, en ocasiones, esa estabilidad nos destruye pero... ¿a dónde ir cuando se teme al vacío de la incertidumbre?
Magnífica película, muy recomendable aunque antes de sentarse a verla es necesario dejar los prejuicios a un lado.