Nuevamente los americanos nos traen a colación un hecho, de los muchos que ocurrieron durante la guerra fría, en que un submarino espía soviético sufrió un accidente nuclear, y en el que una vez más, su tripulación fue víctima del secretismo y de la poca importancia que los soviéticos daban a la vida de sus propios hombres.
Tras las famosas y cruentas purgas de Stalin, uno de los mayores asesinos de la historia, desde el sacrificio de la población civil en el cerco nazi de Stalingrado, pasando por la no tan lejana tragedia del submarino Kursk, donde murió ahogada y sin auxilio toda su tripulación en un accidente similar al narrado en esta película, y todo ello por la profunda corrupción de sus dirigentes y la increíble falta de medios económicos en las cosas más tontas y necesarias, como se intenta representar en esta cinta.
Basada en hechos reales, desde el punto de vista americano, más basado en suposiciones que en hechos ciertos, porque la tripulación soviética nunca comentó lo acaecido porque lo tenían prohibido. La oscarizada Kathryn Bigelow da muestra de su pulso y su buen hacer en los relatos bélicos, donde cuenta con dos pesos pesados de la interpretación como Harrison Ford y Liam Neeson.
Muy buena película aunque la crítica yanqui la hizo un tanto de lado, y el público también. Debe ser que si no se ensalza su bandera y cantan el himno un par de veces por película, no se les despierta su vena patriótica y rechazan todo lo que les viene de fuera, aunque lo hagan ellos mismos desde su propio punto de vista.
Notable, 7.