Nos encontramos ante otra joya del western, con un excelente fotografía que salió agraciada con un Oscar y un tema crepuscular que todo el mundo recuerda de esa docena inolvidable con lo que el cine del oeste se adornó durante prácticamente dos décadas.
Historia muy reconocible, un antiguo pistolero hastiado de su vida anterior busca la redención, y se encuentra con una familia de granjeros que le acogen, y un niño que le idolatra, que no ve lo que tiene ante sus ojos con su límpida mirada, en una lucha entre granjeros y ganaderos que era tónica habitual en el antiguo oeste.
Posiblemente el mejor trabajo de Alan Ladd, con una interpretación creíble y brillante por encima de una Jean Arthur preciosa en su última película, y con Van Heflin como su marido y padre de un Brandon de Wilde que borda su papel de niño ingenuo.
Destacar la fundamental labor de George Stevens, con detalles que sacan de la mediocridad a la película y la aproxima a una obra maestra del género, como yo la considero y la incluyo en mi rincón de favoritas.
Sobresaliente, 9.