Elliot Silverstein, el director de esta cinta, estuvo conviviendo con los indios sioux previamente a su rodaje durante bastante tiempo, donde absorbió lo que pudo de "modus vivendi" y las costumbres de este pueblo orgulloso e indomable. Como bien se señala en el prólogo a la película, la prueba a la que es sometido Richard Harris, "el sacrificio al sol", fue prohibido hacia mediados del siglo XIX por el gobierno americano, dada su crudeza y su salvajismo.
La película nos la ofrece el directo desde el punto de vista de los sioux, y donde Richard Harris, en otro extraordinario papel, es un observador protagonista que mira con sorpresa en primera persona lo que nosotros vemos en la pantalla, que refleja perfectamente cómo vivieron los sioux, la dureza en su trato y también la nobleza de los mismos para sus propios miembros cuando dejan de tener un valor intrínseco para la mayoría del pueblo.
La historia es sencilla, noble inglés al que le perdonan la vida para que actúe como esclavo, mula de carga para una anciana madre del Jefe de la tribu, de ahí su apodo de "caballo". Duras escenas mientras se integra en la vida de los sioux, llegando con el tiempo a ser su Jefe.
Preciosa película con una espectacular fotografía en la inmensidad de los bosques. Como dato que a mí me ha encantado es que Richard Harris no se entera de lo que ocurre a su alrededor mientras los sioux hablan sobre él entre ellos, y el grado de incredulidad de Harris es el mismo que el nuestro, de ir aprendiendo poco a poco lo que se pretende de él a base de gestos y golpes.
Una pequeña obra de arte. Notable, 8.