Ridley Scott sustituye a Jonathan Demme, y Jodie Foster incomprensiblemente rechazó el papel que clava Julianne Moore. No es, en mi opinión, una secuela de la obra de arte "El silencio de los corderos", porque al menos está a su altura, con un Anthony Hopkins que con su elegancia de caballero galés aderezada con esa mezcla de lujuria, maldad y apetito voraz, llena la pantalla con su sola presencia. Actorazo extraordinariamente dirigido por Ridley Scott de manera sobresaliente, cuidando perfectamente los detalles para que sólo los muy puristas encuentra algún error en el argumento. Si "El silencio de los corderos" mereció una nota de 10, esta no puede bajar del 9.