En 1840, en la Península de Florida, el capitán Quincy Wyatt (Gary Cooper), un intrépido explorador del ejército, sigue la pista a unos contrabandistas de armas que están vendiendo rifles a los renegados indios seminolas.
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Western mítico firmado por Raoul Walsh, uno de los mejores directores de todos los tiempos de Hollywood. Se película lleva su sello. Rodada en los pantanos de Florida, apoya el guión y la acción con la naturaleza, con la fauna y con la flora del lugar, con una banda sonora original magnífica, con unos diálogos loables, con un trato espectacular de los semínolas y sus costumbres, así como un respeto a su forma de enterrar a su muertos, y un final genuino, original, con un uso de la cámara submarina francamente novedoso en aquéllos años.
El actor es el mítico Gary Cooper que llena la pantalla por sí mismo, acompañado de una guapísima Mari Aldon a la que yo personalmente no recuerdo de ninguna otra película. La acción se mantiene constante en toda la película, tras acabar con unos contrabandistas de armas en un fuerte y poner en libertad a los prisioneros, entre los que se encuentra la guapa Mari Aldon, son perseguidos por los semínolas por los Everglades, los pantanos de Florida con varios conatos de lucha y enfrentamientos, hasta que Cooper retorna a su isla, donde vive con su pequeño hijo fruto de su matrimonio con una princesa india que fue violada y asesinada por sus propios soldados. Y ahí está otro de los mensajes de Walsh, que la venganza no conduce a ningún lado. El final de la película es original y genuino.
Un notable alto, 8, y a favoritas. Éste es un western para conservar.
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