En un futuro no muy lejano el boxeo es robótico: en los combates ya no se enfrentan seres humanos, sino robots humanoides, sofisticadas máquinas diseñadas para luchar. Charlie Kenton, un antiguo púgil que casi llegó a alcanzar la gloria, está pasando una mala racha como promotor de combates. Un día, encuentra un viejo robot desechado y, al comprobar que es un gran boxeador, decide entrenarlo.
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Milagro de la ingeniería cinematográfica el lograr escenas vívidas de un combate de boxeo entre sendos robots, creados para luchar expresamente, con una espectacularidad y una crudeza que te transportan a un combate del noble arte disputados por humanos. De hecho, gran parte de los movimientos del robots son inducidos por el niño a través de un dispositivo.
Pero la película no es sólo eso, habla de un perdedor, Hugh Jackman, que fuera un antiguo boxeador sin suerte y sin talento, y de su hijo, al que tiene prácticamente abandonado y al que recupera a través del amor por el deporte y por esos robots de metal que apasionan a ambos.
Película muy entretenida, que funciona y es un buen espectáculo que es de lo que se trata cuando compras una butaca en cualquier cine.
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Siempre es agradable ver actuar a 'Hugh Jackman', pues hace que un personaje tan típico en las películas de Hollywood sea alguien creíble y muy emocional.
Por lo que, Charlie será un protagonista que odiarás en un principio, pero poco a poco te encontrarás una versión de él que podría llegar a gustarte.
Por otro lado, los efectos en los robots están bastante logrados y son muy creíbles. Parece mentira, que según avanzamos los años los efectos especiales parecen cada vez más cutres.
Así que es una película que merece la pena ver, aunque contenga una trama de lo más simplista que podemos llegar a ver. Y podríamos decir que es un live action de 'Medabots' a una escala superior.
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