Dramón romántico de los de antes, con un empalagamientos onírico que dura desde la niñez y va más allá de la muerte e incluso de la vida, que a mí personalmente se me ha hecho un tanto pesado.
Un guión demasiado edulcorado, bastante plano hasta que pasa al mundo de lo onírico que quizás pueda sorprender por el año en el que se rodó, 1935, pero poco más.
Sólidas actuaciones de la pareja protagonista, destacando sorprendentemente más Ann Harding que Gary Cooper y su fino bigotito.
Aprobado, 5.