Una obra de arte, una comedia atemporal porque aunque han pasado ya cerca de sesenta años, y que se filmó en blanco y negro, es perfectamente actual, mucho más que unos cientos que se ha rodado en la última década y que no le llegan al primer fotograma.
Gags que se suceden de una forma genial e hilarante, diálogos que de puro absurdos se asemejan a inteligentes disertaciones científicas, situaciones comprometidas que se salvan de la forma más simple y sencilla, con una genialidad tras otra, una verdadera obra de arte firmada por el que muchos consideran el mejor comediante de la historia, don Billy Wilder.
Y que me dicen de Jack Lemmon y Tony Curtis, al que envidio esas escenas rodadas con el faisán y el champán con esa diosa de la seducción, con Marilyn Monroe, una criatura atemporal bajo cuyo embrujo caería cualquier hombre, todos los hombres, hasta el hombre más poderoso de la tierra.
Que la disfruten el que no la haya visto y escriba sobre su experiencia. Yo voy por la media docena y todavía la veré otras tantas veces más a lo largo de mi vida. Tiene, sin duda, su sitio en mi rincón de favoritas.
Matrícula de honor, 10.