Historia de viejas amistades, de lealtades de por vida, de recuerdos que se mantienen en el tiempo, de viejos sueños sin realizar, de purgatorios en la tierra, de viejas deudas sin saldar, de amaneceres esplendorosos y de atardeceres tardíos, de la vida misma en los momentos que anteceden a la muerte.
Bonita alegoría de la vida y ... de muerte. Fisher Stevens nos presenta un canto a la amistad de unos gangsters que se reencuentran treinta años después de la condena de uno de ellos, cuando recobra la libertad. Y como si se tratara de una despedida de soltero, se lanzan en sólo 24 horas a revivir sus recuerdos, a satisfacer sus apetitos adormecidos por el paso del tiempo y la imposibilidad física, a sentirse vivos por última vez, pues el pasado acecha y tiene fecha de caducidad. Y a pesar de todo, a lo largo de toda la película,subyace ese poso de ternura,de cariño fraternal, de lealtades amparadas en la amistad sin pensar, demasiado, en las consecuencias.
Grandes actuaciones de esos dos grandes del cine americano,un Al Pacino simplemente extraordinario a pesar de su sobreactuación en todos los papeles que viene representado los últimos años,y un Christopher Walken que mantiene su elegancia a pesar del transcurso del tiempo, tiempo que le ha mejorado como actor desde que jugaba a la ruleta rusa y a la que siempre me transporta cuando le veo en escena, un recuerdo imborrable para mí, como imborrables son los recuerdos de nuestros protagonistas en esta estimable película de viejos delincuentes mafiosos, con un gran guiño a las añejas comedias ambientadas en el añorado cine negro americano, donde la sonrisa era tan importante como la historia de acción que se reflejaba en la pantalla.
Entrañable y muy recomendable. Un aprobado alto, un 6.
Tal vez lo peor sea que podrían aprovechado mejor el personaje de Alan Arkin. Película simpática, Al Pacino y Christopher Walken en su línea, perfectos